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¿Qué son las ‘defensas’ en psicoterapia?

Las defensas son mecanismos, que pueden ser conscientes o inconscientes, que una persona desarrolla en un momento de su vida para protegerse del impacto emocional que le supuso un evento traumático en un momento de su vida.

A menudo solemos escuchar la expresión de que alguien está ‘a la defensiva’. Normalmente cuando las personas actuamos de esta manera, es porque nos sentimos atacados u ofendidos. En ese momento surge la necesidad que salir de esa situación incómoda utilizando gestos y argumentos que nos protejan de la vulnerabilidad a la que nos hemos visto expuestos.

Las defensas psicológicas funcionan de un modo parecido. En el ámbito de la Psicología, las defensas son mecanismos (generalmente inconscientes, pero también pueden hacerse conscientes) que las personas desarrollamos en respuesta a situaciones traumáticas del pasado, que en su momento nos hicieron mucho daño. Ese dolor emocional era muy difícil de sostener en ese momento, por lo que las personas desarrollamos defensas como forma de protegernos de dicho dolor.

¿Qué son las ‘defensas’ en psicoterapia? Psicólogos en Arganzuela, Madrid

Las defensas psicológicas son mecanismos que las personas utilizan cuando algo les activa tanto emocionalmente que no se ven capaces de tolerarlo. Este mecanismo se activa generalmente de forma inconsciente.

¿Cuáles son los mecanismos que utilizamos como defensa del trauma?

Históricamente, la corriente psicoanalítica ha sido la que inició los estudios en el ámbito de los mecanismos de defensa. Posiblemente te sonarán fenómenos como la ‘represión’ o la ‘proyección’. Estos son los llamados mecanismos de defensa clásicos, los que el Psicoanálisis se encargó de desarrollar. Sin embargo, hay muchos otros tipos de defensas, aquí solo mencionaremos algunas de las más comunes que nos encontramos en terapia psicológica:

  • Ansiedad: Quizá es una de las defensas más frecuentes que nos encontramos en psicoterapia. La ansiedad funciona como un mecanismo automático que se dispara en el presente aunque no haya situaciones que la generen, o que la gravedad de las situaciones no esté ajustada a la magnitud de la reacción. La persona que ha vivido mucho tiempo en ansiedad, ha tenido que protegerse de un peligro en el pasado, y en presente continúa defendiéndose de los detonantes actuales que le recuerdan a aquello que vivió.
  • Culpa: las personas cuya defensa es la culpabilización, focalizan su atención en su manera de actuar (el foco es la conducta). Estas personas experimentaron en su pasado situaciones que les llevaron a cargarse a sí mismos con la culpa de que algo malo sucediese (o pudiese suceder). En el momento actual, la persona de forma recurrente se culpa a sí misma en muchos momentos y situaciones (que normalmente están relacionadas con aquello que vivió, pero que también pueden llegar a generalizarse a otras muchas).
  • Control: la necesidad de control como defensa patológica surge en respuesta a una sensación de amenaza externa, que lleva a la persona a necesitar anticiparse a todos los factores que puedan hacer verse frágil y vulnerable. En estos casos, la persona siente que siempre tiene que estar en guardia, atento a cualquier posible amenaza.
  • Procrastinación: una de defensas más populares. Todos nos hemos dicho alguna vez aquello de “ya lo haré más tarde” o “ya empiezo mañana”. Normalmente las tareas que dejamos para más adelante son aquellas que más nos cuestan, nos resultan más pesadas o nos hacen sentir peor con nosotros mismos (por enfrentarnos a la sensación de incapacidad, de falta de conocimiento de habilidad). La persona utiliza esta defensa para no tener que enfrentar las sensaciones desagradables asociadas a la realización de la misma.
  • Prisa: Otra de las defensas más comunes, también en ambientes psicoterapéuticos. Las personas que siempre van corriendo de un lado para otro evitan entrar en contacto con sus propias sensaciones. Se centran mucho en la demanda externa y en las tareas por realizar, y de este modo no conectan consigo mismos y con el sufrimiento que esto supone.
  • Complacencia: Las personas que siempre tratan de complacer a los demás y que siempre se preocupan porque todo el mundo esté bien (incluso a costa de su propio bienestar), normalmente tratan de ocultar una intolerancia al conflicto. Estas personas probablemente han aprendido a adoptar una postura de servicio y atención a las necesidades ajenas, ya que el hecho de no hacerlo les supondría enfrentar una situación conflictiva que no se sientes capacitados para manejar y tolerar.

Aparte de las mencionadas, existen otras muchas defensas que las personas pueden desarrollar, entre las que se encuentran la vergüenza, la lealtad, la inseguridad (muy relacionada con la ansiedad), la racionalización, la rabia, las somatizaciones... Hablaremos de ellas en posteriores artículos.

¿Cuál es el tratamiento de las defensas psicológicas?

Hemos de clarificar que en la mayoría de los casos, la persona utiliza este mecanismo de forma automática y sin consciencia, y por ello no debemos culpabilizar a la persona que los ha desarrollado. A pesar de que en la mayoría de los casos, es precisamente este mecanismo el que mantiene el síntoma psicológico, es complicado que de buenas a primeras lo vaya a hacer desaparecer. El hecho de quitar esa barrera sin un trabajo psicoterapéutico que lo respalde, podría dejar a la persona en una situación de vulnerabilidad y exposición muy difícil de tolerar (y que puede resultar en retraumatización).

Por ello, en terapia psicológica, tenemos que tratar de abordar una serie de factores en relación con la defensa, familiarizarnos con ella, antes de plantearlos retirarla. Estos factores a descubrir son:

  • De qué forma se manifiestan las defensas
  • Cuál es su origen
  • Cuáles son los disparadores actuales que las activan

Una vez se ha realizado este trabajo previo de conceptualización de la defensa, podemos proceder a suavizarla (nunca retirarla del todo desde un primer momento, ya que recordemos que esta defensa tiene una función ‘protectora’ para la persona que no tiene otras herramientas para enfrentar el impacto emocional del trauma).

El objetivo de la terapia psicológica en estos casos es recordar (no revivir) el evento traumático desde una perspectiva de seguridad, en la que la defensa ya no se haga necesaria. Cuando la persona trabaja en terapia psicológica para adquirir las herramientas suficientes para manejar su pasado, su presente y su futuro, la defensa psicológica va perdiendo poco a poco su función. La persona ya no necesita mantener la guardia constantemente, no necesita protegerse frente a una amenaza que ya no existe, sino que ha asumido que existió en su momento, pero que su situación actual dista mucho de ser la que era. Por ello solemos decir que en terapia psicológica nos manejamos con un pie en el presente y otro en el pasado, procesando las situaciones generadoras de malestar del pasado, pero también manteniendo la consciencia del presente y trabajando con las herramientas necesarias para manejar el síntoma que el trauma ha provocado.

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