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El triángulo dramático: cómo los roles que representamos afectan a nuestra vida

Las personas tendemos a comportarnos de forma similar en el tiempo, siguiendo un patrón más o menos consistente. Esta forma de comportarnos, puede ser ajustada y saludable, o completamente desadaptativa. Los roles desadaptativos se colocan, según la teoría del triángulo dramático, en los tres vértices del mismo, y las interacciones que se producen entre los distintos roles se denominan juegos psicológicos.

¿Cómo puede ser que una persona mantenga indefinidamente una dinámica relacional que le perjudica? ¿Por qué las personas podemos acabar en relaciones tóxicas de las cuales cuesta mucho salir, a pesar de ser conscientes de que nos dañan? Según la teoría del triángulo dramático, creada por Stephen Karpman (discípulo de Eric Berne, creador del Análisis Transaccional), los seres humanos tenemos unos roles estereotipados que repetimos de forma semiautomática. Estos roles tienen la función de hacernos sentir pertenecientes, de tener un lugar, una función, generalmente dentro de un sistema social.

Todos necesitamos sentirnos validados, queridos, que los demás nos reconozcan y nos acojan. Somos seres sociales y por ello el pertenecer y vincular con otras personas se convierte en una necesidad básica.

Desde que somos pequeños, sin ser conscientes, vamos siendo moldeados por nuestro entorno (padres, profesores, compañeros, la sociedad...) para actuar de una determinada manera. Conforme nos vamos sintiendo reforzados por actuar de una forma concreta, repetimos cada vez más dicho comportamiento, hasta que se convierte en un papel. Este papel no siempre es agradable, sin embargo, lo repetimos porque nos sentimos familiarizados con él. Los seres humanos buscamos lo conocido, lo que nos da sensación de control, incluso aunque las formas de conseguirlo sean muy disfuncionales

¿Cuáles son los roles que representan las personas en el triángulo dramático?

Según Karpman, los roles que una persona puede ocupar en la búsqueda de validación son tres:

  • Salvador/a: la persona salvadora suele estar siempre ahí para los demás, trata de ayudar y resolver problemas ajenos, con el objetivo oculto de mantenerles cerca (fomentando la dependencia). Los salvadores necesitan víctimas de las que ocuparse, y si no están disponibles, tenderán a crearlas (viendo necesidades en otros donde realmente no las hay).
  • Víctima: la persona víctima suele mostrar su vulnerabilidad, sus fallos y sus necesidades a menudo, incluso aunque esas necesidades no sean tales, o sus fallos estén magnificados. Tienen un comportamiento autodestructivo y baja autoestima, y sienten que solo podrán ser válidos si una persona (generalmente un/a salvador/a) les salva de su malestar.
  • Perseguidor/a: por último, el perseguidor se mueve solo por su propio interés sin tener en cuenta las necesidades ajenas. Tiende a buscar la satisfacción propia incluso a costa del sufrimiento ajeno. Las personas salvadoras y víctimas pueden colocarse en el papel de perseguidor cuando no se les permita cumplir con su rol.

Estos tres papeles son complementarios, de ahí que Karpman los coloque en las tres esquinas de un triángulo, el triángulo dramático.

Triángulo dramático. Psicólogos en Arganzuela, Madrid

La interacciones entre los distintos roles son lo que Karpman denomina “juegos psicológicos”. Las personas pueden meterse en estos juegos como intento de conseguir el afecto de los demás. Pongamos un ejemplo: una madre “salvadora” puede intentar satisfacer las necesidades de su hijo más allá de lo necesario, hasta el punto de victimizarlo. La madre necesita hacerlo todo por su hijo para sentirse útil y querida, mientras que el hijo va aprendiendo que si los demás no están ahí para él, está indefenso, vulnerable, desprotegido (fuera de lugar) y sentirá que no es capaz de hacer nada por sí mismo.

A su vez, tanto esta madre como este hijo pueden convertirse en perseguidores cuando no se les permite cumplir sus roles. Por ejemplo, esta madre puede acabar despreciando y culpabilizando a su hijo por elegir una carrera que ella siente que no tiene futuro (y por tanto, no le está permitiendo cumplir su papel de guía), o el hijo puede montar un escándalo porque no se le ha regalado lo que él quería por Navidad.

Triángulo dramático: sobreproteger. Psicólogos en Arganzuela, Madrid

Algunos padres pueden acabar victimizando a sus hijos por querer cubrirles ellos unas necesidades que deberían aprender a cubrirse por sí mismos

¿Cómo podemos salir del triángulo dramático?

El triángulo del ganador. Psicólogos en Arganzuela, Madrid

La forma de abandonar el triángulo dramático es ocupar nuevos roles y romper los antiguos. Es lo que Acey Choey denominó “Triángulo del ganador”. Los roles que sustituirían a los antiguos serían, según Choey:

  • Ayudador empático/a: el ayudador se preocupa por otros pero también es capaz de aceptar y respetar la capacidad de los otros para hacerse cargo de sí mismos. No interpreta las necesidades de otros, sino que entiende que son los demás los que tienen que pedir lo que necesitan.
  • Vulnerable/responsable: una persona psicológicamente sana puede mostrare igualmente vulnerable. Sabe que puede ser ayudado por otros y que esto no le convierte en un ser inferior. Es capaz de cubrir sus propias necesidades además de pedir ayuda cuando es necesario.
  • Asertivo/a: a diferencia del perseguidor, la persona asertiva es capaz de pedir lo que necesita con calma y respeto, pero de manera clara y firme. Es capaz de poner límites cuando tiene que hacerlo, y tratar de resolver conflictos de forma satisfactoria, colocándose siempre de igual a igual.

La toma de consciencia es fundamental para generar este cambio de roles. Lo esencial es entender cómo nos afectan estos roles en nuestra vida y en nuestras relaciones, detectar en qué medida nos colocamos en uno o en otro, y aprender a sustituir nuestros antiguos patrones por otros más sanos y ajustados.

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