La psicoterapia integrativa surge de la mano de Erskine, uniendo los conceptos teóricos principales de algunas de las corrientes psicoterapéuticas de la escuela humanista, concretamente, la psicoterapia Gestalt y el Análisis Transaccional. A continuación veremos cuáles son las principales ideas que se rescatan de cada uno de estos modelos, y que sientan las bases de este nuevo modelo de Psicoterapia.

Uno de los modelos psicoterapéuticos más influyentes en el desarrollo de la psicoterapia integrativa es la terapia Gestalt (ver artículo ‘¿Qué es la terapia Gestalt?’») de Fritz Perls. Según esta corriente con base en la terapia humanista, las personas necesitamos darle un sentido a nuestra experiencia, un cierre. Un terapeuta gestalt tiene como objetivo ayudar a la persona a entender los cierres que ha ido dando a su experiencia, y cómo dichos cierres han condicionado su manera de sentir y relacionarse con el mundo. 

En circunstancias ideales, es el ambiente (y más concretamente, las personas más cercanas) el que permite que ese cierre se produzca naturalmente. De esta forma, la experiencia de la persona cobra sentido, y esta puede continuar viviendo con estabilidad y conexión. Pongamos como ejemplo a un niño que rompe un jarrón jugando a la pelota en el salón de casa. Un ejemplo de buen cierre lo realizaría el padre que se acerca y se coloca a la altura del niño y estableciendo contacto visual con él le dice en tono suave que es un accidente que puede pasar, pero que para prevenirlo no se debe jugar al balón en el salón. Una respuesta empática pero firme ayuda a este niño a internalizar la norma dando sentido a lo que ha pasado. Su autoestima se preserva y el niño puede seguir aprendiendo de su experiencia.

Pero ¿qué sucede cuando las circunstancias no son ideales? ¿Qué sucede cuando los papás no son capaces (por sus circunstancias presentes o pasadas o por falta de habilidades) de ofrecer esa respuesta empática?

Como decíamos antes, todos necesitamos obtener una explicación a lo que nos sucede. Si en la misma situación que planteamos antes, el padre reacciona llamando ‘torpe’, ‘inútil’ o ‘desastre’ al niño, elevando al tono y la intensidad de su discurso, e incluso mostrándose verbal y/o físicamente violento, el cierre que se producirá será muy diferente al anterior. Es muy posible que ante este tipo de explicación, el niño relacione el hecho de haber roto el jarrón con un problema intrínseco a su persona, se sentirá mal consigo mismo e internalizará el rechazo de su padre. En ambos casos se produce un cierre, los niños de ambas situaciones reciben su explicación, pero en uno de ellos se preserva su autoestima y su bienestar, mientras que en el otro se daña gravemente.

En base a las interpretaciones que les damos a nuestras experiencias (y de cómo nos ayuden a interpretarlas), desarrollamos una determinada manera de actuar, sentir y pensar (sobre nosotros mismos, el entorno que nos rodea y las consecuencias de nuestras acciones). Esta manera de actuar es lo que Perls denomina ‘gestalts’, que pueden ser primarias o secundarias.

El caso del primer niño podría ser un ejemplo de desarrollo de una gestalt primaria. El niño aprende a jugar con la pelota en la calle, para evitar crear desperfectos en casa y seguir las normas de convivencia. Esto no crea conflictos internos, y dicha acción se internaliza de forma natural.

En el caso del segundo niño, el rechazo de su padre se vive con un gran malestar, y nos confronta con uno de los mayores miedos que una persona puede sentir: la soledad, el rechazo, la no-pertenencia. Para evitar que se cumplan dichos miedos, puede acabar desarrollando gestalts secundarias. Este niño puede desarrollar un sentido de alerta exacerbado, que le haga ser extremadamente sensible ante situaciones en las que anticipe el rechazo. Incluso puede poner en marcha estrategias de control para que dicho rechazo no llegue a producirse (siguiendo mandatos del Yo Padre, como veremos en el siguiente apartado).

Las gestalts secundarias tienden a volverse rígidas con el tiempo, se convierten en pautas de acción repetitivas, estereotipadas e inflexibles que aíslan a la persona del contacto pleno, consciente y natural consigo misma y con el entorno.

Como decíamos, el psicoterapeuta gestalt se encarga de identificar con el paciente sus diferentes gestalts, y cómo estas han condicionado y/o limitado su experiencia vital.

Mientras que Perls consideraba que las personas buscamos constantemente la integración de un todo coherente, Eric Berne, creador de la teoría del Análisis Transaccional, consideró que los seres humanos poseemos varias facetas o ‘estados del Yo’, que no tienen necesariamente que encontrarse armonizados y en coherencia.

Berne describió tres estados principales del Yo: el Yo Padre o exteropsique, el Yo Niño o arqueopsique y el Yo Adulto o neopsique. Estas tres partes o estados del Yo se crean y se internalizan en base a las experiencias que una persona vive a lo largo de su vida, especialmente en la interacción con otras personas.

Uno de los objetivos fundamentales de la Psicoterapia Integrativa es ayudar a la persona a conectar con su verdadero valor, su valor intrínseco, y a ‘limpiar’ su autoconcepto de creencias distorsionadas que no le permiten avanzar.

En este artículo hemos explicado brevemente las bases teóricas de este modelo de psicoterapia (en el cual nos basamos en nuestro centro para enfocar nuestros procesos). En posteriores artículos seguiremos profundizando en este enfoque, para que las personas interesadas puedan conocer un poco mejor este modelo de trabajo.