Centro Somos Psicoterapia
Psicólogos en Arganzuela, en Madrid
Nos miramos como nos han mirado: la importancia del apego
El apego tiene una importancia vital en el desarrollo de un autoconcepto estable y saludable. La forma en la que nuestras figuras principales de apego nos educan, nos cuidan y nos enseñan a conocer el mundo y a nosotros/as mismos/as es determinante para nuestra salud mental futura.
El establecimiento de vínculos de apego seguro con las figuras primarias es fundamental para que una persona aprenda a regularse emocionalmente a lo largo de toda su vida. Cuando se producen alteraciones en el establecimiento de dichos vínculos, se desarrolla una mayor propensión a padecer estrés, ansiedad, problemas de estado de ánimo como depresión, y otros muchos cuadros psicopatológicos.
¿Cuáles son los tipos de apego?
Existen muchas teorías dentro del campo del apego, y por ello, se han descrito muchas etiquetas para nombrar los diferentes estilos de apego. Sin embargo, hay bastante consenso entre los estudiosos del campo para considerar los cuatro tipos definidos por John Bowlby como los principales. Estos estilos de apego son el apego seguro, el ansioso-ambivalente, el evitativo-distanciante y el desorganizado.
El apego seguro
Las personas que desarrollan un estilo de apego seguro en su infancia suelen contar con figuras primarias estables, seguras, respondientes. Estas figuras actúan como ‘base segura’ para el niño en desarrollo. Esto significa principalmente dos cosas:
- Primero, son capaces de permitir (y animar) al niño a explorar y describir su mundo, despertar en ellos la curiosidad y la adquisición de competencias y habilidades para enfrentar los desafíos que presenta, y también para poder mantener su seguridad en dicho proceso de exploración.
- Segundo, son capaces de ofrecer cobijo, protección y confort cuando el niño lo necesita, si juzgarle ni culpabilizarle por cometer errores, y animándole a aprender de ellos.
Las personas que cuentan con un estilo de apego seguro suelen tener unos niveles adecuados de autoestima, se muestran seguros de sus capacidades y son capaces de reconocer sus errores sin fustigarse. Estas personas tienen un autoconcepto relativamente estable y sólido, suelen conocerse bastante bien y disfrutan el contacto consigo mismos. Asimismo, son capaces de pedir ayuda cuando lo necesitan y pueden depositar su confianza en sus personas cercanas.
Esto puede parecer bastante obvio, pero desgraciadamente el apego seguro no es tan sencillo de adquirir. En nuestra experiencia clínica, nos damos cuenta de que los estilos de apego seguros no son muy frecuentes entre los pacientes que se encuentran en tratamiento psicológico. Los síntomas que presentan son generalmente una manifestación tardía de un mal establecimiento de las bases seguras de apego que debieron asentarse en la infancia, y que detonan en la etapa adulta por determinadas circunstancias.

Mostrarse emocionalmente disponible para un niño es fundamental para desarrollar un estilo de apego seguro.
El apego inseguro (I): el estilo ansioso-ambivalente
Las personas que muestran un estilo de apego ansioso-ambivalente, al contrario de lo que sucede en aquellas que tienen un estilo de apego seguro, tiene unos niveles de desregulación emocional elevados, puesto que en su infancia no tuvieron una base segura estable que les enseñara a regularse. Como en el apartado anterior, podemos comenzar hablando de las características de los cuidadores principales de las personas con este estilo de apego.
Las figuras de apego principales de estos niños suelen ser inconsistentes a la hora de interaccionar con ellos. En ocasiones, pueden mostrarse cercanos y cariñosos, mientras que en otras invalidantes y/o ausentes. Esta manera de actuar depende de cómo se encuentren los cuidadores en ese momento, de las experiencias pasadas que hayan tenido y de su propio estilo de apego. Es decir, en estos casos, los padres ponen (la mayoría de las veces inconscientemente) sus necesidades por delante de las de sus hijos.
Las personas que reciben este trato ambivalente suelen reproducir la inconsistencia de sus cuidadores en el trato consigo mismos. Son personas que se sienten desbordadas a menudo, que experimentan una gran labilidad emocional, y que confían poco en su capacidad de autorregulación y automanejo. Por ende, la autoestima de estas personas es generalmente baja, suelen verse a sí mismos como inferiores a los demás y necesitan a menudo la aprobación externa (aunque no siempre la pidan explícitamente).
El apego inseguro (II): el estilo evitativo-distanciante
Cuando una persona manifiesta un estilo de apego evitativo-distanciante, suele tender a poner distancia con las personas que les rodean, le cuesta confiar en los demás y lleva la autosuficiencia hasta el extremo. En este caso, los cuidadores principales de niños con un estilo de apego evitativo-distanciante se suelen mostrar reacios al contacto y la proximidad. No suelen tolerar bien las reacciones emocionales de sus hijos, y ante las mismas suelen actuar con censura y rechazo, o con distancia e indiferencia.
En consecuencia a este modo de interacción por parte de los cuidadores principales, las personas acaban retrayéndose de su entorno social, mostrando poco interés por establecer contacto con los demás. Suelen sentirse incómodos e invadidos cuando tienen que tratar temas emocionales, e infravaloran las relaciones de intimidad. Suelen ser personas exageradamente independientes y autosuficientes, y tienen muchas dificultades para pedir ayuda, incluso a pesar de encontrarse en situaciones de mucha necesidad.
Las personas con apego evitativo-distanciante suelen mostrar un bajo nivel de expresividad emocional, les cuesta mantener el contacto ocular y rehúyen las interacciones de alto contenido emocional, limitando así la posibilidad de crear vínculos más profundos.
El apego inseguro (III): el estilo desorganizado
El estilo de apego desorganizado, dentro de los apegos inseguros, suele ser el que tiene asociada una psicopatología más grave. Los niños que empiezan a mostrar signos de este estilo de apego, suelen interaccionar de forma aleatoria e incluso contradictoria con sus figuras de apego y en general con el mundo que les rodea. No muestran una preferencia hacia sus cuidadores principales, sino que pueden rehuirlos, mostrarse apáticos e indiferentes ante ellos o incluso ser agresivos.
Es frecuente que las figuras de apego principales de estas personas muestren conductas amenazantes durante su infancia, ataques y gestos repentinos y bruscos o que agredan de forma reiterada a sus hijos (física y/o verbalmente). Sin embargo también pueden mostrar la conducta opuesta, y tener reacciones de exceso temor o alarma ante situaciones que no son coherentes con dicha reacción.
Ante estas conductas contradictorias por parte de los cuidadores, los niños reaccionan activando alternativamente los sistemas de aproximación (buscando proximidad y cercanía con sus figuras de apego) y de defensa (alejándose de dichas figuras para protegerse de sus ataques). Las personas con este estilo de apego, como todos los seres humanos, necesitan tener una figura de referencia que les cuide y les proteja, pero en su caso, es precisamente dicha figura quien también les daña gravemente. Ante este estilo de crianza, la grave desorganización emocional y la psicopatología severa son consecuencias altamente probables.
Las reparación del apego como objetivo terapéutico
En el contexto de la psicoterapia, uno de los objetivos fundamentales es trabajar para reparar el apego inseguro que ha generado la desestabilización al paciente. Como decíamos unas líneas más arriba, es difícil encontrar personas con apegos seguros que estén en tratamiento psicológico, la inmensa mayoría de pacientes presentan unas bases de apego muy inestables. Precisamente el no tener unos cimientos sólidos en este sentido genera que estas personas estén más expuestas y vulnerables ante situaciones actuales críticas que actúen como detonantes de la sintomatología.
En terapia psicológica se tiene muy en cuenta el estilo de apego de cada paciente, dado que este hecho será fundamental para orientar el tratamiento y establecer los objetivos de terapia.
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