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El boom del autocuidado: ¿Moda o necesidad real?
En los últimos años, el término "autocuidado" se ha convertido en una de las palabras más utilizadas en conversaciones sobre bienestar, salud mental y calidad de vida. Libros de autoayuda, vídeos de Instagram y TikTok de influencers enseñando sus rutinas ‘healthy’ para conectar consigo mismos/as, y marcas publicitarias de todo tipo nos venden una visión de autocuidado que promete ser la clave para una vida plena, feliz y equilibrada.
Sin embargo, detrás de este auge puede haber una interpretación superficial y hasta comercial del concepto, que reduce el autocuidado a una serie de prácticas estéticas, productos de lujo y hábitos fáciles de implementar pero poco profundos.
Es necesario reflexionar sobre qué significa realmente cuidarse a uno mismo en un contexto donde el bienestar se ha convertido en todo un negocio.

El autocuidado como consumo
En las últimas décadas, el fenómeno del autocuidado ha sido en gran medida mercantilizado. La industria nos ha enseñado a asociar el autocuidado con un acto de consumo. Nos venden la idea de que podemos encontrar bienestar a través de la compra de productos “esenciales" y la repetición de ciertas rutinas (que por lo general implica el consumo de dichos productos), como si el simple hecho de adquirirlos pudiera garantizar nuestra paz interior.
De esta forma, el bienestar se acaba convirtiendo en un objetivo externo más, algo que anotar en nuestra ya extensa lista de ‘cosas a conseguir para ser una persona completa’, más que un proceso integral que implique un verdadero trabajo personal.
Aunque la inversión en estos productos que nos ayudan a cuidar nuestra piel, a relajarnos o a organizarnos mejor no es inherentemente negativa, hay que cuestionar la forma en que estas soluciones se comercializan, trivializando el concepto de autocuidado. El riesgo está en reducirlo al puro consumo, obviando que el autocuidado real es mucho más profundo y exige un compromiso con uno mismo que trasciende lo material.
El autocuidado real: más allá de lo superficial
El autocuidado verdadero no se limita a una mascarilla facial, un scrub corporal, una agenda con pegatinas y frases motivadoras o a un difusor con esencia de lavanda para bajar los niveles de activación. Implica reconocer nuestras necesidades emocionales, psicológicas y físicas de manera integral. Implica conocernos bien, entender nuestra historia, nuestras carencias y por qué hasta ahora el autocuidado no ha sido algo ‘natural’ o integrado en nuestra vida. Es un acto de responsabilidad que va más allá de la satisfacción inmediata. Se trata de hacer espacio para la reflexión, el descanso genuino y el cuidado preventivo, en lugar de esperar a que el agotamiento o el estrés nos lleven al borde del colapso.
Vivimos en una sociedad que premia la productividad constante y la imagen de perfección, lo que a menudo nos lleva a ignorar nuestras señales internas de agotamiento. Saber cuando parar o poner límites, aprender a decir "no", y buscar ayuda cuando es preciso, son necesidades de autocuidado básicas que ninguna marca comercial nos puede cubrir.
El autocuidado siempre está inherentemente ligado a la salud mental. La salud mental no es un tema del que se deba hablar de manera superficial; alcanzarla un proceso complejo y activo que implica mucho autoconocimiento y autorregulación emocional. Ese proceso no se da sucumbiendo al consumismo, sino trabajándonos internamente con esfuerzo y paciencia.
La salud mental no solo implica el cuidado de la mente, sino que también supone una relación equilibrada con nuestro cuerpo. Comer bien, hacer ejercicio, descansar lo necesario y escuchar las señales de nuestro cuerpo son prácticas fundamentales que, a largo plazo, nos permiten mantener nuestra salud.
Cuidarse a uno mismo implica saber cuidar los unos de los otros
La cultura del autocuidado también puede reforzar una visión individualista del bienestar, donde el foco está en lo que cada persona "debe" hacer por sí misma para mantener su equilibrio, obviando que muchos de los factores que afectan nuestra salud física y mental no dependen solo de nuestras elecciones personales. La desigualdad social, las presiones laborales, las expectativas familiares o la falta de acceso a recursos son factores que impactan el bienestar de manera significativa, y que no se solucionan simplemente con prácticas individuales de autocuidado. Por eso el objetivo del autocuidado no puede dejar de lado la realidad social que vivimos, y debemos concebir el mismo como un trabajo de todos para todos.
Si no tenemos integrada la práctica del autocuidado, es probable que sea porque nunca nos enseñaron a darle a valor a nuestro propio bienestar, a defender nuestros intereses y a reconocer nuestra valía. Lo más ‘fácil’ es que las personas con las que crecemos nos enseñen todas estas cosas, pero desgraciadamente, muchas veces a dichas personas tampoco les enseñaron cómo hacerlo, por lo que no pueden inculcárselo a otros. Por eso es fundamental rodearnos de personas que sepan cuidarse a sí mismas y a los demás, o que tengan motivación para aprender a hacerlo.
El autoucuidado real va más allá de rutinas repetitivas que involucran productos de belleza y bienestar. Implica un proceso continuo y responsable de toma de consciencia de nuestra historia y necesidades más profundas.

La contradicción del autocuidado y la sociedad de la exigencia
Uno de los elementos más paradójicos del boom del autocuidado es la manera en que, en muchas ocasiones, se nos presenta como una obligación más en nuestras vidas hiperexigentes. En lugar de ser una forma de liberarnos del estrés, el autocuidado se puede transformar en una tarea más dentro de una agenda ya sobrecargada. Hay una presión implícita en la idea de que "debemos" cuidarnos, como si se tratara de una responsabilidad ineludible que solo puede ser cumplida a través de prácticas que, lejos de ser placenteras, se convierten en otro motivo de ansiedad.
Además, como decíamos antes, generalmente se nos ‘spamea’ con rutinas rígidas que todos debemos repetir de la misma forma, como si todos tuviésemos las mismas necesidades. Esto trae consigo muchas frustraciones, especialmente en la población más vulnerable (por ejemplo los adolescentes y jóvenes y las personas con escaso apoyo social), al ser conscientes de lo que en algunas personas parece generar cambios trascendentales, en ellos no genera mucho más que una disminución del dinero de su cartera y un golpe en su autoestima.
Entonces ¿qué es el verdadero autocuidado?
Esta es una pregunta difícil de responder, ya que como hemos visto en este articulo, el autocuidado conlleva una gran cantidad de factores y no es un objetivo que se pueda conseguir siendo reduccionistas. Lo podríamos definir como un proceso continuo y consciente que implica atender nuestras necesidades físicas, emocionales y psicológicas de manera equilibrada, sin caer en la trampa del consumo vacío, y la repetición de patrones generalistas. No es solo un acto individual, sino que se construye en relación con el entorno y la comunidad. Es un acto de amor propio, pero también de reflexión social, que reconoce nuestras propias necesidades y las de los demás, y que se aleja de la superficialidad para enfocarse en lo que realmente importa: nuestra integridad como seres humanos.
No se trata de alcanzar una perfección imposible, sino de aprender a entender nuestras emociones, a ser compasivos con nosotros mismos y a tomar decisiones que favorezcan nuestro bienestar a largo plazo. El verdadero autocuidado no es un ‘trend’ como los cientos que vemos a diario en redes sociales, sino una práctica permanente que tiene el objetivo de alcanzar una vida más equilibrada y saludable, en la que la conexión con nosotros mismos y los otros significativos sea una prioridad.
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