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El cortocircuito emocional: cuando sobrepasamos el margen de tolerancia

Los seres humanos estamos constantemente expuestos a circunstancias que ponen a prueba nuestra capacidad de gestión emocional. Todos los días tenemos contratiempos de mayor o menor gravedad (perdemos el autobús que nos lleva al trabajo, tenemos una conversación desagradable con nuestra jefa, perdemos un trabajo que creíamos haber guardado en el ordenador o nos encontramos podrida la comida que guardamos en el tupper dos días antes y que tanto nos apetecía cenar), nos enfrentamos a pequeños y grandes desafíos y lidiamos con las circunstancias que se nos van planteando, que no siempre entran dentro de lo esperable.

Que seamos capaces de mantener la estabilidad emocional mientras nos enfrentamos a todos estos retos diarios depende de nuestra ventana de tolerancia.

¿Qué es la ventana de tolerancia?

La ventana de tolerancia es un concepto psicológico que hace referencia a la mayor o menor capacidad que tenemos los seres humanos para manejar situaciones emocionalmente demandantes, sin sentirnos desbordados. Normalmente las personas podemos manejar situaciones cotidianas como las que comentábamos anteriormente manteniendo un adecuado nivel de funcionalidad y conexión. Podemos sentirnos agitados, tristes, estresados, cansados… por las cosas que nos suceden, pero seguimos manteniendo la conexión con nosotros mismos, con nuestro cuerpo y nuestros sentidos, mantenemos el control interno a pesar de que las circunstancias sean cambiantes o demandantes.

Sin embargo, hay eventos (o una acumulación de los mismos), que puede generar que una persona se sienta abrumada emocionalmente, y que no pueda responder ante la situación como lo haría en otro momento de mayor estabilidad. Cuando esto pasa, decimos que la persona se ha ‘salido’ de su margen de tolerancia, es decir, su capacidad de gestión emocional se ha visto sobrepasada.

¿De qué depende que una persona se mantenga o se salga de su ventana de tolerancia?

El hecho de que una persona tolere o no el impacto emocional de sus experiencias vitales, depende principalmente de dos factores: por un lado, de la amplitud de su ventana de tolerancia, y por otro, de las características de las circunstancias vitales que atraviesa.

  • Amplitud de la ventana de tolerancia: las personas tenemos márgenes de tolerancia muy variables en cuanto a su amplitud. Cuanto más amplio sea el margen, más difícil será que las circunstancias sobrepasen la capacidad de gestión de la persona. El hecho de que este margen sea más o menos amplio, depende fundamentalmente de otros tres factores: las experiencias vitales que esa persona haya acumulado, el temperamento con el que nace y el nivel de activación de la persona. Las personas que han sufrido experiencias traumáticas (especialmente aquellas en las que se producen experiencias traumáticas repetidas en el tiempo como en casos de trauma complejo) suelen tener un margen de tolerancia más estrecho. Esto quiere decir que son más propensas a sentirse emocionalmente afectadas por determinadas circunstancias, especialmente cuando dichas circunstancias se asemejan a las que vivieron en su momento.
  • Características de los estímulos y circunstancias vitales: las características de las circunstancias que vivimos son igualmente relevantes a la hora de determinar si una persona se mantiene conectada consigo misma o si sufre un ‘cortocircuito emocional’. Aquí es determinante el tipo de estímulo al que la persona tiene que enfrentarse (que sea más o menos intenso o demandante), así como la forma de aparición, la duración y la previsibilidad del mismo.

¿Qué sucede cuando una persona se sale de su margen de tolerancia?

Las personas que experimentan un desbordamiento emocional, sea por el motivo que sea, pueden sufrir dos tipos de manifestaciones psicológicas diferentes. Este esquema representa de forma simple lo que podría suceder cuando una persona se sale de su margen de tolerancia.

Cómo podemos observar en el esquema, las personas que se exponen a situaciones o estímulos que les resultan emocionalmente muy activadores, pueden sufrir dos tipos de reacciones emocionales que son radicalmente opuestas:

Márgenes de tolerancia. Psicólogos en Arganzuela, Madrid
  • Hiperactivación: habitualmente se considera que las personas que sufren traumas psicológicos tienden a hiperactivarse (lo vemos con frecuencia en personas que sufren ataques de ansiedad de forma reiterada). Las personas que entran en este estado de hiperactivación, se encuentran en un excesivo estado de alerta, es decir, están sensibilizados ante las posibles señales que les pongan en riesgo. Dicha percepción del riesgo depende de la experiencia que cada uno haya tenido.
  • Hipoactivación: otra de las formas que puede tener una persona de manifestar un desbordamiento emocional es la hipoactivación. Estas manifestaciones son menos evidentes que las de hiperactivación, pero la subyacen al mismo principio. En este caso, la persona se ha visto tan sobrepasada que su subconsciente ha ‘desenchufado’ el cable de corriente. En este caso, lo que observamos es un entumecimiento y un embotamiento emocional, las personas se aíslan de sus propias emociones y sensaciones, como si estuviesen anestesiadas.

Las personas que han vivido un grave nivel de traumatización en sus vidas, pueden verse atrapadas en un bucle constante entre las tres zonas de la ventana de tolerancia, siendo mucho más propensos que la población general a salirse de la misma. Además, la persona traumatizada tiene muchas más dificultades para regularse y volver a la zona óptima de funcionamiento tras haber sufrido un desbordamiento emocional. Este ciclo se convierte en una cárcel para la persona que lo sufre, ya que cuanto más permanece en fuera dicha zona óptima, más incapaces se vuelven de tolerar estímulos y situaciones potencialmente peligrosos (o interpretados como tal), y se ven menos seguros a la hora de protegerse.

Tanto la hipoactivación como la hiperactivación reducen la capacidad de la persona para llevar a cabo un procesamiento cognitivo y emocional eficaz. El córtex prefrontal, que es la parte de nuestro cerebro encargada del control ejecutivo (entre sus funciones está la planificación y la toma de decisiones), queda ‘suspendido’ de sus funciones temporalmente.

¿Cuál es el objetivo de tratamiento psicológico en los casos de hiper e hipoactivación?

Aquí la respuesta parece bastante obvia y simple, y es que la persona consiga mantenerse dentro de su zona óptima de funcionamiento, ensanchándola cada vez más para tolerar progresivamente  mayores niveles de estimulación sin desbordarse, aprendiendo a  detectar cuales son los límites de ese margen de tolerancia.

Aunque el objetivo parece bastante claro, no significa que el tratamiento sea simple. Las personas que han sufrido traumas (ya sea en su infancia y/o adolescencia o en la etapa adulta) manifiestan una sintomatología muy intrusiva y que les genera mucho malestar, y es necesario llevar a cabo un profundo trabajo de reconstrucción, para que la persona pueda liberarse de su malestar.

El tratamiento con EMDR» es uno de los más utilizados para el abordaje del trauma, entre otros muchos. Trabajar con la historia de cada paciente es fundamental para ayudarles a integrar sus vivencias y así poder crear progresivamente mayores niveles de tolerancia, que les permitan desenvolverse con funcionalidad y manteniéndose conectados consigo mismos y el entorno, independientemente de los estímulos que se presenten.

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